lunes, 28 de octubre de 2013

MENS MENTIS: mente


Mens sana in corpore sano Vamos ahora a parar mientes en la palabra mente, que procede de la latina MENTEM tras la caída de la –M final. Siguió su evolución y resultó en su momento MIENTE, porque el diptongo IE es la solución de la E breve y tónica en castellano, pero esta forma, que estuvo vigente hasta nuestro Siglo de Oro, cayó pronto en desuso, y hoy apenas se usa como arcaísmo en expresiones como pasársenos algo por las mientes o parar mientes, que significa prestar atención. Nos encontramos, pues, con que la forma que ha perdurado no es el término patrimonial, que sería miente, como tenemos in mente, sino el cultismo mente. De ahí derivan el adjetivo mental y los sustantivos mentalidad, mentalismo, y mentalista pero también el verbo mentar y el sustantivo mención y su verbo mencionar. Vamos a considerar dos compuestos que significan “privado de inteligencia y de cordura”. Ambos tienen un prefijo privativo: en un caso DE- y en el otro VE-. Se trata de demente, y su familia demencia y demencial, que usamos muchas veces con el significado de locura, por ejemplo en la expresión demencia senil, y vehemente, que propiamente significa impulsivo, impetuoso, y su familia vehemencia. Mención aparte merece, por lo curioso que resulta, el nombre parlante o significativo Mentor, nombre propio en su origen del consejero de Telémaco, el hijo de Odiseo/Ulises, derivado de la misma raíz indoeuropea que mente, que se ha convertido en nombre común, lo mismo que le sucedió a Mecenas. Un mentor es una persona que aconseja y protege a otra, un hombre con experiencia de la vida, además de un verdadero amigo, un maestro en suma que aconseja a un joven. En la Odisea de Homero, es la propia diosa Atenea, que encarna la sabiduría, la que adopta varias veces la figura de Mentor, viejo amigo de la familia al que el héroe había confiado la custodia de sus intereses cuando partió para la guerra de Troya, para acompañar y guiar a Telémaco. La diosa Atenea, transformada en Mentor, guiando a Telémaco, dibujo de John Flaxman. La pervivencia de esta palabra puede rastrearse en la obra “Las aventuras de Telémaco” del escritor francés F. Fénelon, publicada en 1699 y muy popular durante el siglo XVIII, donde se dibuja el carácter de este personaje. Otro de los compuestos más curiosos es mentecato que procede de la expresión latina MENTE CAPTUS que literalmente significaba “cogido de la mente”, es decir, que no tiene toda la razón. Y de este mentecato salen ya la mentecatería y la mentecatez. Un compuesto interesante es comentar, que procede del verbo COM-MENTARI, y que con el prefijo COM- significa aplicar la inteligencia a algo. Pero quizá el derivado más chocante sea el verbo mentir, que ya existía en latín MENTIRI, y que en principio significaba inventar, imaginar, derivando después a su significado más conocido de no decir la verdad y, por lo tanto, engañar. De ahí derivan todas las mentiras, los mentirosos y las mentirijillas. Si les damos un repaso a las lenguas romances, observamos que en castellano, gallego, portugués e italiano decimos mente, en catalán se dice ment, en francés se utiliza otra palabra de origen latino para la mente como por ejemplo esprit, pero se usa -ment como terminación adverbial y el adjetivo mental, que también existe en inglés por influencia francesa mental, mentality, y en rumano tenemos minte. En inglés, pero de origen indoeuropeo y no latino, relacionado con MENTEM tenemos mind. De la misma raíz indoeruropea de la que viene mente, que era *mN, con archifonema nasal, unas veces resulta men- como en mente, y los derivados que hemos visto hasta ahora, pero otras veces puede resultar mem- como en MEMORIAM, que es el origen de nuestra memoria tan injustamente desprestigiada por los modernos sistemas de enseñanza, de la que no podemos olvidarnos alegremente sin caer en el síndrome de Alzheimer y convertirnos en unos desmemoriados que han perdido el memorial de su memoria histórica. Del verbo MEMORARE, que en latín significaba recordar, hemos heredado los compuestos conmemorar y rememorar, concurriendo este último con su término patrimonial remembrar. Quizá convenga detenerse un momento en la evolución de REMEMORARE, que con la pérdida de la –E final de los infinitivos quedó en castellano REMEMORAR. Este cultismo evolucionó tras la pérdida de la vocal interior pretónica O a REMEMRAR, surgiendo una B epentética para permitir su pronunciación: REMEMBRAR, fenómeno que podemos observar en otras palabras como HOMINEM>hombre (pasando por omre en castellano viejo) o FEMINAM>hembra . En relación con la memoria se utiliza a veces en castellano el latinajo memento (mori), que en su forma simple como imperativo que es del verbo MEMINISSE significa sólo recuerda y la expresión completa recuerda que mueres, que eres mortal, ten in mente el hecho de la muerte, tu mortalidad, uno de los tópicos del arte barroco relacionado con el de la fugacidad de la vida y los del carpe diem y el tempus fugit. Se cuenta que este memento mori era la frase que se repetían los monjes trapenses cada vez que se encontraban. También se denomina así a la calavera, símbolo de la muerte, que nos advierte de nuestra condición mortal en el arte barroco. Igualmente dentro de las partes de la misa se habla del memento de los vivos y el de los difuntos. Del verbo REMINISCI, relacionado con MEMINISSE, tenemos en castellano reminiscencia, que suele ser un recuerdo un tanto vago e impreciso, pero remembranza al fin y al cabo. Hemos de tener en cuenta entre los derivados de MENTEM el numerosísimo grupo difícil de inventariar, porque es un procedimiento gramaticalmente vivo, de adverbios de modo y manera que acaban en –mente. Quizá su origen haya que buscarlo en expresiones adjetivas que ya existían en latín clásico y que se utilizaban en caso ablativo para indicar circunstancias modales: sincera mente, por ejemplo en este verso de una comedia de Plauto (Bac. 509): ego animum mente sincera gero, donde Mnesíloco le dice a su padre que lleva bien su ánimo “con mente inalterada”. En estos casos, por cierto, el adjetivo (“sincera” en el ejemplo) concuerda en género femenino, número singular y caso ablativo con el sustantivo mente: con mente sincera, inalterada… No poco curioso resulta por otra parte el origen del adjetivo sincero, dicho sea de paso, que, como apunta Marouzeau, significa “sin cera” y alude a la miel pura que elaboran las abejas, sin adherencias de cera. Los adverbios en –mente, como sinceramente tienen dos acentos, el del adjetivo y el del sustantivo, porque aunque se escriban como una sola palabra siguen sintiéndose como dos. No sólo abundan en castellano, sino también en gallego, portugués, catalán, francés e italiano. Siguiendo con la raíz indoeuropea *meN, hay que decir que presenta una variante con vocalismo O, que es *moN, de donde surge en latín el verbo MONEO aconsejar, que nosotros conservamos en monitor, con el sufijo –TOR de agente masculino: aquel que nos aconseja, y en los compuestos premonición, con el significado de advertencia previa que le da el prefijo PRAE-, y admonición, que viene a ser un sinónimo de aviso, sin olvidar amonestar y amonestación, que efectivamente son advertencias o avisos con una recriminación añadida. De esta misma raíz procede monumento con el significado de recuerdo, generalmente de algún muerto, testimonio, memorial… Merece la pena detenerse un poco en un curioso derivado del verbo MONEO que es moneda, procedente de MONETAM, uno de los sobrenombres de la diosa Juno: Iuno Moneta, algo así como Juno la consejera. Junto al templo que se levantaba en Roma de Iuno Moneta se acuñaba la moneda, que es la evolución de MONETAM tras la caída de la –M final y la sonorización castellana de la -T- intervocálica, que se convierte en -D-, conservándose en castellano en adjetivos cultos como monetario, que evoluciona a su vez por la vía popular al término patrimonial monedero, donde se guardan las monedas. En relación con esta misma raíz tenemos MONSTRUM en latín clásico, que dio en castellano la forma ya en desuso, mostro, y en latín vulgar MONSTRUUM que evoluciona a monstruo, que viene a ser un prodigio que señala la voluntad de los dioses, por la creencia de que estas monstruosidades eran advertencias o amonestaciones divinas, de donde deriva el significado de algo extraordinario y sobrenatural, y relacionado con esto el verbo MONSTRARE, indicar la voluntad divina en primer lugar, y en fin simplemente mostrar, demostrar, muestra, muestrario. Aunque a primera vista parezca que no guardan mucha relación, las musas, hijas de Júpiter/Zeus y de Memoria/Mnemosine, divinidades que presidían las artes temporales, con la música y su murgas en primer lugar como la más significativa, pero también las bellas artes o espaciales, cuyas obras se atesoran en los museos que llevan su nombre, las musas también derivan de la raíz *moN, mas el sufijo –twa-. La raíz indoeuropea, que hemos visto bajo sus formas *meN y *moN puede presentar en griego sobre todo la forma que se denomina grado cero *mN, dando origen a algunos helenismos relacionados con la memoria que conservamos en castellano: como amnesia, con prefijo privativo a-, de donde también deriva amnistía, con el significado de perdón, y mnemotécnico y mnemotecnia, el procedimiento que nos ayuda a recordar algo mediante alguna asociación mental. El título que le hemos puesto a esta entrada (“Mens sana in corpore sano”) es una frase muy manida, sacada de un hexámetro de Juvenal, que casi siempre se ha entendido mal, en el sentido de que hay que cultivar la inteligencia a la vez que el cuerpo. El contexto del dicho de Juvenal es “Orandum est ut sit mens sana in corpore sano” (Iuv. 10, 356), que propiamente significa: “hay que pedir a los dioses que haya (que nos den) una mente sana en un cuerpo sano”. Dice el poeta que el hombre verdaderamente sabio no pide al cielo más que salud, en el sentido amplio de la palabra: mental y corporal. Sin embargo suele citarse esta expresión para indicar que la salud del cuerpo es condición indispensable para la salud del alma, y que hay que esforzarse por lo tanto en cultivar la mente tanto como el cuerpo.

ALMA -AE : alma


Con toda el alma Aunque resulte un tanto problemático incluir el alma entre las partes del cuerpo humano, vamos a tratarla a ella, que es tan incorpórea y sutil, a ella, que es la conciencia imaginaria del cuerpo, como si fuera una parte más del todo, y, procediendo como Jack el Destripador, nos toca en nuestro despiece vérnoslas ahora con el almainmortal. La palabra alma viene del latín ANIMAM, que en principio significaba aire y aliento vital. Tras la pérdida de la –M final del acusativo, nos encontramos con el cultismo ánima. Las ánimas son las almas de los difuntos que penan en el purgatorio, si es que sigue existiendo tal cosa, antes de alcanzar la gloria bendita del cielo. La palabra ÁNIMA, que es esdrújula, aunque se conserva por la vía culta y eclesial, que es la vía escrita, por la otra vía, por la oral y popular, evoluciona a ANMA, tras la pérdida de la vocal átona de la sílaba interior; y en ANMA se produce una disimilación parcial que obliga a la primera sonante nasal a convertirse en líquida, esto es, en L (en R en algunas zonas dialectales del español, donde se dice mi arma en vez de mi alma) con lo que ya tenemos el resultado de ALMA. En castellano, gallego y portugués decimos alma, pero conservamos el cultismo anima, en francés se diceâme, en italiano anima, en rumano inima, donde vale por corazón, y en provenzal coexisten anma y arma. En cuanto a los derivados cultos, tenemos el adjetivo anímico y el sustantivo animismo. Clasificamos a los seres en animados e inanimados, siguiendo el criterio de que el ánima es el principio vital, por lo que los seresanimados son los seres vivos y los inanimados, con prefijo negativo in-, los inertes. Tenemos también el adjetivo y sustantivo animal, con el sentido de ser vivo o animado, y el verbo animar, y los dibujos animados o dotados de vida y movimiento. Hemos de considerar como caso aparte el sustantivo derivado ya en latín, ANIMUS, que evoluciona a ánimo,en castellano. Aunque el latín no es una lengua que se prodigue mucho en palabras compuestas, no tanto al menos como el griego, aquí tenemos unas cuantas derivadas de animus precisamente, que conservamos en numerosos cultismos: ecuánime, exánime, magnánimo, pusilánime y unánime. El primero está formado por el adjetivo aequus –a –um, que significa igualitario, justo y equitativo, por lo que unido a animus, una persona ecuánime es alguien de juicio imparcial y de ánimo justo. El segundo, exánime, está formado con la preposición ex, que significa “fuera de”, como cuando decimos ex novio para calificar a alguien que ha dejado de ser lo que era, y animus con el significado de principio vital, vida, por lo que viene a ser lo mismo que muerto o sin señales de vida aparente. El tercero está hecho con el adjetivo magnus –a –um, que quiere decir grande, por lo que magnánimo es aquel que tiene un espíritu amplio y generoso. El cuarto se forma a partir del adjetivopusillus –a –um que significa pequeño, débil, flojo, por lo que alguien calificado de pusilánime es lo mismo que si dijéramos que es falto de ánimo y de valor para afrontar la realidad y su falsedad consustancial. El quinto y último está compuesto por unus –a –um y animus, por lo que unánime quiere decir si se aplica a personas que tienen el mismo parecer, la misma opinión, el mismo ánimo, y si se aplica a los ánimos que muchas personas coinciden en ellos. Del verbo SPIRARE, que en principio significaba soplar, tomar aliento, expeler aire, exhalar un olor, derivó SPITITUM, que propiamente significa “soplo, aire”, y que al evolucionar al castellano dio espíritu siendo una de las pocas palabras latinas que, por influjo de la lengua escrita de los textos considerados sagrados, ha conservado la U final tras la caída de la M del acusativo, habiendo desarrollado una e protética delante de la S-inicial seguida de consonante o S- líquida. Esta palabra, que entra dentro del campo semántico del alma que tratamos, ha dado origen al adjetivo espiritual y a la espiritualidad pero también al espiritismo o supuesto trato con los espíritus de los muertos, a través de un intermediario que entra en trance y se comunica presuntamente con ellos y que se denomina con el latinajo médium. En relación con el significado propio de “soplo, aire”, tenemos en castellano el adjetivo espiritoso, que hace referencia al vapor sutilísimo que exhalan el vino y los licores. En inglés spirits, en plural, son bebidas con alta graduación alcohólica. Del verbo SPIRARE, que evoluciona a espirar, es decir, tomar y echar aire, conservamos muchos otros verbos derivados, que ya existían en latín, aspirar (de AD-SPIRARE), echar el aliento hacia algo, conspirar (de CON-SPIRARE), respirar con otros, alentar lo mismo que otros, expirar (de EX-SPIRARE), exhalar el aire y hacerlo por última vez, por lo tanto, morir, inspirar (de IN-SPIRARE) inhalar aire, infundir, respirar (de RE-SPIRARE) soplar una y otra vez, suspirar (de SUB-SPIRARE) respirar hondo, desde abajo, y transpirar , que no existía en latín, sino que se creó en las lenguas modernas, con el significado del prefijo latino TRANS- , a través de, por lo que significaría “respirar a través de algo”. Tomémonos un respiro, y pasemos al griego psyché, que viene a ser el equivalente semántico de ANIMA (alma, principio vital, espíritu) y de MENS (mente, inteligencia), y observemos el amplísimo campo de helenismos que conservamos en las lenguas modernas, relacionados con la psique y lo psíquico: por un lado la psicología o ciencia que estudia el comportamiento de la mente humana, y por otro la psiquiatría, que como especialidad médica se ocupa de su salud. La Real Academia permite que se escriba sicología y siquiatría, que responden a nuestra pronunciación, en lugar de psicología y psiquiatría, pronunciar cuya P nos supone un esfuerzo ímprobo. Sin embargo, en inglés, francés, alemán (e incluso italiano) se mantiene sin ningún problema. Esto unido a que la letra griega psi se ha convertido en el anagrama de los psicólogos hace que se conserve. Parece que a los psicólogos y psiquiatras no les gusta que se les quite la P inicial, porque es como si le faltara algo a su oficio, es como si le quitara gravedad y seriedad, lo que unido a que la sicología sin pe inicial es la ciencia que se ocupa del estudio de los higos hace que se entienda mejor su resistencia. La letra griega mayúscula Psi se utiliza, sobre todo en el mundo anglosajón, como anagrama de la palabra psicología. Uno de los más bellos relatos que nos ha transmitido la antigüedad es el cuento de Alma y Amor, o de Psiquéy Cupido, inserto como cuento independiente en la novela latina Metamorfosis o El asno de oro de Apuleyo. En este cuento la bella Psiqué, vamos a conservar la acentuación aguda griega de la palabra, es castigada por la diosa Venus a que todos los príncipes de este mundo se olviden de ella, porque les parecerá inalcanzable, y a que de ella se enamore el ser más horrible que haya en el mundo: la Bestia del cuento. El encargado de que se cumpla el enamoramiento es, como siempre, el hijo de la diosa, Cupido, alegoría del Amor, quién cuando ve aPsiqué, por su parte, no puede evitar caer rendido ante su suprema belleza y enamorarse perdidamente de ella, porque lo que sugiere el relato es que el monstruo más monstruoso que hay en el mundo es el propio Amor. Tenemos, pues, al cazador cazado, al Amor enamorado de una bellísima doncella con nombre parlante: Psiqué, el alma. Una vez celebradas las nupcias, una boda en la que parecía que la novia se casaba con la propia muerte, el Amor arrebata a la doncella y se la lleva consigo a un palacio maravilloso de ensueño donde ella y él son inmensamente felices, pero el esposo le impone una condición a la amada difícil de cumplir: no puede ver de día al amado ni saber quién es, sólo se encontrarán en la oscuridad de la noche en la alcoba. La curiosidad de Alma, despertada por sus malvadas hermanas que envidian su felicidad, hace que una noche después de hacer el amor con su marido, cuando él se da la media vuelta y se duerme, ella acerque una candela para ver su rostro: el amado se despertará sobresaltado y abandonará a Alma, que se verá asídesanimada y condenada a vivir sin Amor, el monstruo más hermoso que podía haber. Ha perdido el amor cuando lo ha conocido, cuando ha descubierto que su marido, la Bestia, era el Amor. Comienza entonces la larguísima peregrinación de Alma por el mundo en busca del amado… Tras la superación de varias pruebas que le son impuestas, Alma, casi exánime, es perdonada por la diosa, y le concede a su hijo el Amor que se una con ella, a la que le regala como recompensa el don de la inmortalidad. Desde entonces, el Alma, unida al Esposo, es inmortal; y de su sagrado matrimonio nace una niña que llevará el nombre latino de Voluptas, la voluptuosidad, o sea, el placer. La famosa escultura de Antonio Canova, conservada en el museo del Louvre de París, representa la unión deAlma y el alado Amor. Tomado de LOPE DE VEGA CLÁSICO

MENS MENTIS: mente

Mens sana in corpore sano



Vamos ahora a parar mientes en la palabra mente, que procede de la latina MENTEM tras la caída de la –M final. Siguió su evolución  y resultó en su momento MIENTE, porque el diptongo IE es la solución de la  E breve y tónica en castellano, pero esta forma, que estuvo vigente hasta nuestro Siglo de Oro, cayó pronto en desuso, y hoy apenas se usa como arcaísmo en expresiones como pasársenos algo por las mientes o parar mientes,que significa prestar atención.  Nos encontramos, pues, con que la forma que ha perdurado no es el término patrimonial, que sería miente, como tenemos in mente, sino el cultismo mente.


De ahí derivan el adjetivo mental y los sustantivos mentalidad, mentalismo, mentalista pero también el verbo mentar y el sustantivo mención y su verbo mencionar.

Vamos a considerar dos compuestos que significan “privado de inteligencia y de cordura”. Ambos tienen un prefijo privativo: en un caso DE- y en el otro VE-. Se trata de demente, y su familia demencia y demencial, que usamos muchas veces con el significado de locura, por ejemplo en la expresión demencia senil, y vehemente, que propiamente significa impulsivo, impetuosoy su familia vehemencia.

Mención aparte merece, por lo curioso que resulta,  el nombre parlante o significativo Mentor, nombre propio en su origen del consejero de Telémaco, el hijo de Odiseo/Ulises, derivado de la misma raíz indoeuropea quemente, que se ha convertido en nombre común, lo mismo que le sucedió a Mecenas. Un mentor es una persona que aconseja y protege a otra, un hombre con experiencia de la vida, además de un verdadero amigo, un maestro en suma que aconseja a un joven.  En la Odisea de Homero, es la propia diosa Atenea, que encarna la sabiduría, la que adopta varias veces la figura de Mentor, viejo amigo de la familia al que el héroe había confiado la custodia de sus intereses cuando partió para la guerra de Troya, para acompañar y guiar a Telémaco.


La diosa Atenea, transformada en Mentor, guiando a Telémaco, dibujo de John Flaxman.

La pervivencia de esta palabra puede rastrearse en la obra “Las aventuras de Telémaco” del escritor francés F. Fénelon, publicada en 1699 y muy popular durante el siglo XVIII, donde se dibuja el carácter de este personaje.
Otro de los compuestos más curiosos es mentecato que procede de la expresión latina MENTE CAPTUS que literalmente significaba “cogido de la mente”, es decir, que no tiene toda la razón. Y de este mentecato salen ya la mentecatería y la mentecatez.

Un compuesto interesante es comentar, que procede del verbo COM-MENTARI, y que con el prefijo COM- significa aplicar la inteligencia a algo.

Pero quizá el derivado más chocante sea el verbo mentir, que ya existía en latín MENTIRI, y que en principio significaba inventar, imaginar, derivando después a su significado más conocido de no decir la verdad y, por lo tanto, engañar. De ahí derivan todas las mentiras, los mentirosos y las mentirijillas.


Si les damos un repaso a las lenguas romances, observamos que en castellano, gallego, portugués e italiano decimos mente, en catalán se dice ment, en francés se utiliza otra palabra de origen latino para la mente como por ejemplo esprit, pero se  usa -ment como terminación adverbial  y el adjetivo mental, que también existe en inglés por influencia francesa mental, mentality, y en rumano tenemos minte. En inglés, pero de origen indoeuropeo y no latino, relacionado con MENTEM tenemos mind. 

De la misma raíz indoeruropea de la que viene mente, que era *mN, con archifonema nasal, unas veces resultamen- como en mente, y los derivados que hemos visto hasta ahora pero otras veces puede resultar mem-como en MEMORIAM, que es el origen de nuestra memoria tan injustamente desprestigiada por los modernos sistemas de enseñanza, de la que no podemos olvidarnos alegremente sin caer en el síndrome de Alzheimer y convertirnos en unos desmemoriados que han perdido el memorial de su memoria histórica.

Del verbo MEMORARE, que en latín significaba recordar, hemos heredado los compuestos conmemorar yrememorar, concurriendo este último con su término patrimonial remembrar. Quizá convenga detenerse un momento en la evolución de REMEMORARE, que con la pérdida de la –E final de los infinitivos quedó en castellano REMEMORAR. Este cultismo evolucionó tras la pérdida de la vocal interior pretónica O a REMEMRAR, surgiendo una B epentética para permitir su pronunciación: REMEMBRAR, fenómeno que podemos observar en otras palabras como HOMINEM>hombre (pasando por omre en castellano viejo)  o FEMINAM>hembra .

En relación con la memoria se utiliza a veces en castellano el latinajo memento (mori), que en su forma simple como imperativo que es del verbo MEMINISSE significa sólo recuerda y la expresión completa recuerda que mueres, que eres mortal, ten in mente el hecho de la muerte, tu mortalidad, uno de los tópicos del arte barroco relacionado con el de la fugacidad de la vida y los del carpe diem y el tempus fugit. Se cuenta que estememento mori era la frase que se repetían los monjes trapenses cada vez que se encontraban. También se denomina así a la calavera, símbolo de la muerte, que nos advierte de nuestra condición mortal en el arte barroco. Igualmente dentro de las partes de la misa se habla del memento de los vivos y el de los difuntos. Del verbo REMINISCI, relacionado con MEMINISSE, tenemos en castellano reminiscencia, que suele ser un recuerdo un tanto vago e impreciso, pero remembranza al fin y al cabo.

Hemos de tener en cuenta entre los derivados de MENTEM el numerosísimo grupo difícil de inventariar, porque es un procedimiento gramaticalmente vivo, de adverbios de modo y manera que acaban en –mente. Quizá su origen haya que buscarlo en expresiones adjetivas que ya existían en latín clásico y que se utilizaban en caso ablativo para indicar circunstancias modales: sincera mente, por ejemplo en este verso de una comedia de Plauto (Bac. 509): ego animum mente sincera gero, donde Mnesíloco le dice a su padre que lleva bien su ánimo “con mente inalterada”. En estos casos, por cierto, el adjetivo (“sincera” en el ejemplo) concuerda en género femenino, número singular y caso ablativo con el sustantivo mentecon mente sincera, inalterada… No poco curioso resulta por otra parte el origen del adjetivo sincero, dicho sea de paso, que, como apunta Marouzeau, significa “sin cera” y alude a la miel pura que elaboran las abejas, sin adherencias de cera.

Los adverbios en –mente, como sinceramente tienen dos acentos, el del adjetivo y el del sustantivo, porque aunque se escriban como una sola palabra siguen sintiéndose como dos. No sólo abundan en castellano, sino también en gallego, portugués, catalán, francés e italiano.

Siguiendo con la raíz indoeuropea *meN, hay que decir que presenta una variante con vocalismo O, que es *moN, de donde surge en latín el verbo MONEO aconsejar, que nosotros conservamos en monitorcon el sufijo –TOR de agente masculino: aquel que nos aconseja, y en los compuestos premonición, con el significado de advertencia previa que le da el prefijo PRAE-, y admonición, que viene a ser un sinónimo de aviso, sin olvidaramonestar y amonestación, que efectivamente son advertencias o avisos con una recriminación añadida. De esta misma raíz procede monumento con el significado de recuerdo, generalmente de algún muerto, testimonio, memorial…

Merece la pena detenerse un poco en un curioso derivado del verbo MONEO que es moneda, procedente de MONETAM, uno de los sobrenombres de la diosa Juno: Iuno Moneta, algo así como Juno la consejera. Junto al templo que se levantaba en Roma de Iuno Moneta se acuñaba la moneda, que es la evolución de MONETAM tras la caída de la –M final y la sonorización castellana de la -T- intervocálica, que se convierte en -D-, conservándose en castellano en adjetivos cultos como monetario, que evoluciona a su vez por la vía popular al término patrimonial monedero, donde se guardan las monedas.

En relación con esta misma raíz tenemos MONSTRUM en latín clásico, que dio en castellano la forma ya en desuso, mostro, y en latín vulgar MONSTRUUM que evoluciona a monstruo, que viene a ser un prodigio que señala la voluntad de los dioses, por la creencia de que estas monstruosidades eran advertencias o amonestaciones divinas, de donde deriva el significado de algo extraordinario y sobrenatural, y relacionado con esto el verbo MONSTRARE, indicar la voluntad divina en primer lugar, y en fin simplemente mostrardemostrar, muestra, muestrario. 

Aunque a primera vista parezca que no guardan mucha relación, las musas, hijas de Júpiter/Zeus y de Memoria/Mnemosine, divinidades que presidían las artes temporales, con la música y su murgas en primer lugar como la más significativa, pero también las bellas artes o espaciales, cuyas obras se atesoran en losmuseos que llevan su nombre, las musas también derivan de la raíz *moN, mas el sufijo –twa-.

La raíz indoeuropea, que hemos visto bajo sus formas *meN y *moN puede presentar en griego sobre todo la forma que se denomina grado cero *mN, dando origen a algunos helenismos relacionados con la memoria que conservamos en castellano: como amnesia, con prefijo privativo a-, de donde también deriva amnistía, con el significado de perdón, y mnemotécnico y mnemotecnia, el procedimiento que nos ayuda a recordar algo mediante alguna asociación mental. 

El título que le hemos puesto a esta entrada (“Mens sana in corpore sano”) es una frase muy manida, sacada de un hexámetro de Juvenal, que casi siempre se ha entendido mal, en el sentido de que hay que cultivar la inteligencia a la vez que el cuerpo. El contexto del dicho de Juvenal es “Orandum est ut sit mens sana in corpore sano” (Iuv. 10, 356), que propiamente significa: “hay que pedir a los dioses que haya (que nos den) una mente sana en un cuerpo sano”. Dice el poeta que el hombre verdaderamente sabio no pide al cielo más que salud, en el sentido amplio de la palabra: mental y corporal. Sin embargo suele citarse esta expresión para indicar que la salud del cuerpo es condición indispensable para la salud del alma, y que hay que esforzarse por lo tanto en cultivar la mente tanto como el cuerpo.