Lo que más llama la atención,
de entrada, a propósito de los dedos es su equiparación con los
números, por aquello de que una de las formas más elementales y antiguas de contar era con
los dedos de las manos. En latín dedo se decía DÍGITUM, que por la vía culta o escrita
conservamos en dígito como sinónimo de número, por lo que el adjetivo digital se utiliza como equivalente de numérico, por ejemplo en las expresiones reloj
digital o formato digital.
Otro derivado culto de DIGITUM es digitopuntura,
palabra emparentada con la acupuntura china. Se trata de una práctica
terapéutica de masaje y presión, o mejor dicho punción, con los
dedos, no así la acupuntura, de la que deriva, que se
practica con agujas (ACUM, en latín, ACUCULAM su diminutivo).
Tenemos también en castellano la digitalina,
que es el principio activo que se extrae de las hojas de la planta
llamada digital o dedalera y que se emplea como
cardiotónico. La digitalina hace que un
corazón excitado sobremanera recupere su ritmo habitual. La planta de
la que se extrae esta sustancia química se llama digital o dedalera
por la forma de la corola, que parece un dedal como los de las costureras.
Si evolucionamos DIGITUM
obtendremos finalmente el resultado dedo, que es nuestra palabra
patrimonial, y si partimos del adjetivo DIGITALEM “concerniente o relativo al
dedo” nos saldrá el dedal de la costura.
En el resto de las lenguas
romances tenemos los siguientes resultados de DIGITUM: deget en rumano, doigt en
francés, dito en italiano, dit en catalán, det en provenzal y dedo en castellano, gallego y portugués.
Es interesante que nos detengamos
por un momento en el fenómeno lingüístico de los dobletes, porque no se trata sólo de que la
mayoría de las palabras castellanas procedan de su forma latina
correspondiente, sino que de una misma palabra latina surgen muchas veces dos
castellanas:
una, el cultismo, que apenas ha sufrido cambios, la más parecida a la latina,
lo que se explica por el influjo culto y conservador de la lengua escrita (por
ejemplo, en el caso que nos ocupa, partiendo de DIGITUM tenemos el cultismo dígito),
y, además, la palabra patrimonial, que sentimos como más nuestra y diferenciada
de su raíz latina, y por lo tanto menos culta, más evolucionada debido al influjo de la lengua hablada, dedo.
Y así llegamos a la expresión "a dedo", que es como nuestros mandamases, elegidos democráticamente por su inclusión aleatoria en el catálogo de una lista cerrada, eligen por su parte y según su personal capricho a sus secretarios y subsecretarios y reparten las migajas de sus prebendas entre sus vasallos, aquellos estómagos agradecidos que están, mande quien mande, siempre a favor del poder establecido.
Hace ya algunos años se usaba la expresión hacer dedo con el significado de hacer autoestop: los autoestopistas solían estirar el brazo y levantar el pulgar en la dirección en que viajaban, para señalar así a los conductores de autos que solicitaban un transporte gratuito, a lo que algunos conductores se prestaban desinteresadamente por el placer solo de la compañía durante el viaje.
Y así llegamos a la expresión "a dedo", que es como nuestros mandamases, elegidos democráticamente por su inclusión aleatoria en el catálogo de una lista cerrada, eligen por su parte y según su personal capricho a sus secretarios y subsecretarios y reparten las migajas de sus prebendas entre sus vasallos, aquellos estómagos agradecidos que están, mande quien mande, siempre a favor del poder establecido.
Hace ya algunos años se usaba la expresión hacer dedo con el significado de hacer autoestop: los autoestopistas solían estirar el brazo y levantar el pulgar en la dirección en que viajaban, para señalar así a los conductores de autos que solicitaban un transporte gratuito, a lo que algunos conductores se prestaban desinteresadamente por el placer solo de la compañía durante el viaje.
Ahora bien, ¿cómo ha llegado DIGITUM a dedo?
Se produjo en primer lugar la consabida pérdida de la M final de la
palabra. Esta -M sólo la conservamos en algunos latinismos como CURRÍCULUM, REFERÉNDUM o MÉDIUM.
A
continuación se dio el paso de la U a O. Son muy pocas las palabras de
nuestra lengua
también que han conservado esta U, y, como ya hemos dicho en otra
ocasión, ha sido por la influencia siempre conservadora de la lengua
escrita -lo escrito escrito está y escrito queda-, por ejemplo espíritu, ímpetu o tribu.
Tenemos, pues, ya el cultismo dígito y su correspondiente adjetivo digital, que ha sido resucitado con gran éxito por la informática, pero la evolución de la lengua no se detiene ahí, sino que prosigue imparable. A continuación se sonoriza la consonante T entre vocales, convirtiéndose en D. Obtendríamos la forma *dígido. Desaparece la consonante G intervocálica, por lo que llegamos a *díido. A continuación se produce un cambio de timbre vocálico, que afecta a la primera I, que es breve y tónica, y que, por lo tanto, se convierte en E, con lo que obtenemos *deido, eliminándose el hiato, bien porque la segunda vocal desaparece por ser átona, bien porque convetida a su vez en E, como la primera, se produce una contracción de las dos vocales en una sola sílaba, lo que se denomina en lingüística sinéresis, por lo que el resultado final es dedo.
Tenemos, pues, ya el cultismo dígito y su correspondiente adjetivo digital, que ha sido resucitado con gran éxito por la informática, pero la evolución de la lengua no se detiene ahí, sino que prosigue imparable. A continuación se sonoriza la consonante T entre vocales, convirtiéndose en D. Obtendríamos la forma *dígido. Desaparece la consonante G intervocálica, por lo que llegamos a *díido. A continuación se produce un cambio de timbre vocálico, que afecta a la primera I, que es breve y tónica, y que, por lo tanto, se convierte en E, con lo que obtenemos *deido, eliminándose el hiato, bien porque la segunda vocal desaparece por ser átona, bien porque convetida a su vez en E, como la primera, se produce una contracción de las dos vocales en una sola sílaba, lo que se denomina en lingüística sinéresis, por lo que el resultado final es dedo.
En latín había una palabra
PRAESTIGIAE que significaba “ilusiones, fantasmagorías”, y un compuesto de ella
con el sufijo de agente masculino –TOR que vemos en actor o lector, que era
PRAESTIGIATOR y que quería decir “charlatán, impostor”, que en principio nada
tenía que ver con los dedos de las manos que nos ocupan ahora. Pero sucedió que
esta palabra se deformó en la lengua de Molière en prestidigitateur y se reinterpretó como un compuesto del adjetivo praestus –a -um , que significa pronto,
dispuesto, presto, y de DIGITUM, que quiere decir dedo, como sabemos, lo que se explica como una falsa etimología
popular, por lo que pasó a significar persona
que hace rápidos juegos de manos y otros trucos porque mueve sus dedos con
presteza. Y de la lengua gala nos vino a nosotros como prestidigitador, palabra larga como un día sin pan, y
que podemos considerar como un derivado culto de la raíz de dedo, DIGITUM, que nos ocupa. Prestidigitador es aquel
que hace trucos de magia y otros juegos con los dedos de las manos.
Lo curioso de la palabra latina
PRAESTIGIAE y su correlato tardío PRAESTIGIUM es que, por su parte,
evolucionaron a prestigio con el
significado actual que tiene de influencia,
ascendencia, autoridad, renombre, fama, y de ahí dieron lugar a prestigiar, desprestigiar, prestigioso y demás, habiéndose perdido el
significado antiguo que tuvo en latín y en castellano viejo de fascinación causada por la magia y engaño o ilusión con que los prestigiadores
embaucaban al pueblo. Sin embargo, pongamos
el dedo en la llaga, como suele decirse para conocer el origen
verdadero de una cosa, y consideremos, siguiendo la ocurrencia del
desprestigio etimológico, que el prestigio tal y como lo entendemos no deja de
ser de alguna manera una ilusión, un engaño, un juego de manos, una fascinación
con que se impresiona al tonto que se deja embaucar.
Los nombres de los dedos
eran en latín POLLEX (dedo gordo, que nosotros llamamos pulgar, derivado
de POLLICARIS, porque se utiliza para matar las pulgas, descabezándolas
con la
uña, y que vuelto hacia arriba o hacia abajo indicaba aprobación o
desprobación respectivamente, como se sigue utilizando en algunas de las
llamadas redes sociales), INDEX (índice, porque es el dedo indicador que se utiliza para
señalar, aunque está muy feo señalar a las personas con el dedo por la calle, como se les inculca a los pequeños), MEDIUS (por el puesto central que ocupa entre los cinco de la mano,
también llamado por eso mismo dedo cordial o corazón, pero más conocido como digitus impudicus, porque
levantado con los otros apretados en puño simboliza un pene en
erección, símbolo apotropaico contra el mal de ojo y los malos
espíritus, que ha pasado a considerarse una ofensa obscena entre
nosotros, que se conoce como hacer la higa o la peineta), ANULARIUS
(o anular, porque es donde suele colocarse el anillo, lo que nos viene como anillo
al dedo), y AURICULARIS (porque era el que se utilizaba para rascarse
la oreja y sacarse la cera del oído, que nosotros llamamos meñique por ser el
menor, el menino o niño).
El nombre griego del dedo es dáktylos. Numerosos helenismos derivan del nombre del
dedo, como dactilografía, dactiloscopia, pentadáctilo, pterodáctilo,
etcétera. La expresión huella
dactilar se utiliza con el mismo significado que huella digital.
El nombre del verso homérico y
épico, el hexámetro dactílico que introdujo en Roma el padre Ennio, aquel que decía que tenía tres almas porque hablaba tres lenguas, y que
cultivó Virgilio con tanto esmero, se llamó así porque estaba basado en seis dáctilos.
El dáctilo
es una unidad rítmica compuesta de tres sílabas o tiempos, que recuerda a las tres falanges de un dedo: la primera, fuerte
o marcada, y las dos siguientes débiles
o no marcadas. Traduzco, a guisa de ejemplos, los hexámetros de la invocación a
la Musa con que empieza la Odisea de
Homero: Cuéntame, Musa, del hábil varón
que bogó a la deriva / mucho, después de arrasar el alcázar sagrado de Troya; /
vio ciudades y el ser conoció de muchísimas gentes, / y
hondas sufrió por el piélago en su alma penalidades / mientras bregó por su
vida y retorno de sus compañeros.
Tomado de LOPE DE VEGA CLÁSICO
Tomado de LOPE DE VEGA CLÁSICO