Los griegos, que conocían perfectamente el giro y la idea de vuelta, acuñaron la palabra kýklos, ‘círculo’. Habían observado el carácter circular de la vida, el sucederse de los días y de las noches, el sucederse de las estaciones creando un eterno retorno, un anillo, es decir un año. Es el movimiento cíclico de las cosas, sometidas a los ciclos naturales.
La raíz ha sido muy productiva tanto en griego como en latín (circus). Y así tenemos no solo el ciclón, oviento huracanado que forma grandes círculos, y el anticiclón o área donde la presión barométrica es mucho mayor que en las circundantes, sino la bici y la moto, palabras truncadas de bicicleta (dos ruedas) y motocicleta(bicicleta con motor), sin olvidar el ciclomotor, que darán lugar a deportes como el ciclismo o el motociclismo. También descubrimos la raíz en los cíclopes, seres de tamaño gigantesco que tenían un solo ojo circular en la frente; a ellos se les atribuye la construcción de determinadas murallas como las de Micenas o Tirinte, que por el tamaño de sus piedras solo ellos pudieron mover, construcciones ciclópeas; el ciclostil, aparato copiador en que, sobre un cilindro y con un estilete, se imprime en una plancha gelatinosa; o el ciclorama, vista panorámica en forma de cilindro, en cuyo interior había una plataforma para los espectadores.
En Grecia hay un grupo de islas llamadas Cícladas por disponerse en el mar Egeo en forma de círculo, de las que algunas son bien conocidas por los turistas como Míconos, Paros, Naxos o Delos; cíclada llamaban asimismo los griegos a cierta prenda femenina que usaban las mujeres, y tenía forma circular.
Pero mucho más nos interesan aquellas palabras en las que la raíz parece estar oculta, como enciclopedia, es decir, la reunión de niños en círculo (en-kýklo-paideía) para aprender todo tipo de saberes. Así se dice que enseñaban Sócrates y algunos sofistas en Grecia. De ahí vendría más tarde el saber enciclopédico, y la Enciclopedia de D’Alambert, con información sobre todos los saberes. O encíclica, es decir, la carta que envía alguien –hoy aplicado casi exclusivamente a los papas– destinada no a un particular, sino para que circule por comunidades o grupos de personas, es decir el antecedente de las circulares que envían hoy las empresas y los organismos públicos para todos los que dependen de ellos.
Pero si abandonamos el griego y nos vamos a su hermano el latín, el resultado no es menos fecundo. De circus tenemos circo en todas sus acepciones, desde el circo glaciar, hasta el lugar donde se celebraban carreras de caballos en Roma o los espectáculos que denominamos circenses. Su característica peculiar siempre es la misma, el diseño circular del espacio. Su diminutivo círculo es más usado, bien conocido como figura geométrica o como reunión de personas, a partir de la forma en que se sientan. En latín existe el verbo deponente circulor con el sentido de ‘murmurar’, ‘charlar’, cuyo primer significado es ‘formar corrillos, círculos para hablar’, y que lo conservamos en español en la expresión “circular un rumor, una habladuría”.
Y tenemos cercar (de circare), que es ‘rodear’; y cerca o cerca de para aquello que está cercano a mí, que me rodea, y que lo distingo del prójimo (es decir, próximo). Precioso el cercado como vallado, como aprisco circular u oval de ovejas, donde la forma geométrica no es caprichosa. Así los vemos todavía en la montaña, de piedra. Los pastores sabían que es menos costoso de construir y más consistente, pero además en un redil cuadrado, caso de que llegue el lobo, las ovejas se atascan en los ángulos, y el lobo se ceba con ellas, matando por sed de sangre a más de la cuenta. En los espacios circulares las ovejas siguen corriendo y el lobo mata solo la necesaria para saciar su hambre.
Mantenemos el circuito, sea cerrado o no; y el cultismo menos conocido circuir, ‘estar alrededor de una cosa’ («una aureola circuye la cabeza de la Virgen»). Si entramos en los compuestos de circum-, desde circunvalación (léase la M-40, por ejemplo) hasta la circuncisión, pasando por la circunferencia, nos perdemos en un verdadero océano de palabras que presentan circum como preverbio, siempre con el sentido de ‘alrededor de’. Ortega era él y su circunstancia, es decir, todo aquello que se sitúa alrededor de él.
Más interesantes me parecen zarcillo(del latín circellius, ‘círculo pequeño’) que no es sino un pendiente en forma de aro; o cercha (de un supuesto ‘cercho’, a partir del latín circulus), que es la armadura semicircular que sirve de soporte a un arco o bóveda mientras se construye; y cerchearse, o combarse las vigas que sostienen una carga.
Quedan muchas más palabras en nuestra lengua, pero ya hay que ir terminando, porque no hay más espacio y porque esto del ciclo parece que ha quedado ya bastante redondo. Y si te ha gustado la colaboración, no te la quedes, que circule, hazla circular. Vale.
JAVIER DEL HOYO
* El artículo está sacado del número 9 de la revista
STILUS